Sobre la violencia

Mientras hago tiempo ahí me topo con un cartel que me llama la atención un poco más que el resto de cosas desplegadas y revueltas, el violentómetro, una escala de diferentes muestras de violencia que puede hacerse visible en la pareja, desde violencia leve que sin duda alguna ni posibilidad de equívoco va a ir en aumento, pasando por violencia dura, y finalmente llegando a la violencia crítica en donde la vida y la salud de la mujer está en serio peligro.

¿Qué tan violento soy?
Un estado en el WhatsApp de M me hizo notar un evento en la plaza principal de mi ciudad. No tenía pensado ir, supongo que ella tampoco, sin embargo, por mis cotidianos temas laborales de viernes en la mañana, me vi de pronto cruzando la calle y apareciendo en esa plaza, “a modo de caminar”. El tema: Pandemia de violencia contra la mujer.

Un tema válido en esta época, con cincuenta y tantos feminicidios en Bolivia en lo que va del año y contando, y con cada vez mayores denuncias (no escuchadas o desistidas) de agresiones, acoso, amenazas de muerte y violaciones al grupo social que ya no quiere flores con espinas. El evento era de instituciones públicas, y otras, de apoyo y asistencia a la mujer víctima de violencia, pero más me hizo pensar en una feria escolar de tres o cuatro cursos. Con más presupuesto, eso sí, me entregaron unos cuantos folletos impresos en papel couché y pegatinas a cambio de pararme delante de ellas (creo todas las expositoras eran mujeres) unos segundos. Educación, prevención, promoción, y alguna frase pegajosa por ahí.

No quería llamar mucho la atención, yo solo estaba de paso, tampoco quería que esa chica se me pusiera a exponer torpemente lo que es el machismo, el patriarcado, la violencia de género o cómo la pandemia acrecentó estos problemas. Eso más o menos ya lo conozco, todos, y no creo que ella pudiera darme datos más importantes, trascendentales, o controversiales, de los que ya conocía. Además, como en toda feria de colegio, había un parlante de mierda con música y un animador que anulaba cualquier intento real de diálogo verdadero entre asistentes (la mayoría que vi, hombres) y expositoras. Hay que admitirlo, la plaza principal no es el mejor lugar para “educar” a las personas, menos para concientizarlas. Es más un acto de propaganda, maíz para los reporteros, show para que vean los jefes y digan que se está haciendo “algo”. En el colegio, esas ferias se hacían para que los papás vieran que el niño se sabía de memoria cuántos trajes típicos tenía el país, algo que le iba a servir de mucho en la universidad, así en mi forma más cínica de interpretarlo.

Mientras hago tiempo ahí me topo con un cartel que me llama la atención un poco más que el resto de cosas desplegadas y revueltas, el violentómetro, una escala de diferentes muestras de violencia que puede hacerse visible en la pareja, desde violencia leve que sin duda alguna ni posibilidad de equívoco va a ir en aumento, pasando por violencia dura, y finalmente llegando a la violencia crítica en donde la vida y la salud de la mujer está en serio peligro. No puedo dejar de pensar que ese gráfico es solo para hombres, para que hagamos mea culpa por las salvajadas de nuestro género y aceptemos la irrefutable confirmación de que también nosotros somos unos malditos bastardos violentos. No creo que los hombres sean los únicos o los más violentos, pero esa cuestión no tiene mucha relevancia en estos lugares. Aquí, en esta feria, es «amiga, date cuenta» y «hombre, no seas violento».

Pero no es tan drástico, se puede vivir con eso. Le doy un repaso a esta lista de cosas para ver por dónde ando y desde el principio ya me doy de frente con una señal de alarma, las bromas hirientes. M se quejó una y diez veces conmigo por una serie de bromas que hice sobre sus amigas una o un par de veces. Pero no sé si son catalogables como bromas hirientes. Sí, fueron hirientes para ella, al menos tanto como para que me lo reclamara de forma directa todas esas veces, pero quizá ella es muy sensible, pienso, o quizá no tiene la capacidad de comprender ciertos detalles en mi forma de contar las cosas, o no quiere que se le altere la mente con lo que aparece en las bromas. No lo sé. Mis bromas le afectan a ella, pero otras mujeres lo toman como lo que son, bromas. No son bromas sobre su cuerpo o su forma de hacer las cosas, ni siquiera sobre su burbuja delicada de paz, mis bromas son eventos hipotéticos aleatorios que suelo usar para agilizar la conversación, para dar un giro en la trama de la charla, para hacerlo divertido o interesante. Sigo sin saberlo, tal vez es hiriente, pero luego volveré ahí.

El siguiente punto, el chantaje. Tampoco sé qué significa con exactitud chantajear. Si puedo manipular supongo que puedo chantajear, para ganar argumentos. Quizá aprendí a usar mi silencio como una forma de chantaje, o las distintas tonalidades en las que puedo llevar una conversación, la clave ahí es dar el mensaje adecuado para lograr el efecto deseado. Supongo que eso podría interpretarse como chantaje. No dice las clases de chantaje, y dependiendo de la creatividad hay Miles de formas de chantajear.
Mentir-engañar. En lo posible trato de no mentir, pero al mismo tiempo estoy consciente de que la verdad puede ser como veneno para las personas que son muy delicadas. ¿Soportaría toda la verdad de las cosas? A menudo cierra los ojos y escapa a su habitación de pánico. Algunas verdades sí, otras no, no hay una forma clara de saber cómo son esos criterios de selección. También soy así, lo son todos. No será mentir, pero omitir detalles es una práctica muy común para salvar el mundo.
Ignorar-ley del hielo. Ahora mismo lo estoy haciendo, pero ella también. ¿Se compensa si es que ambos lo hacen? ¿Hay una sanción distinta? ¿Su indiferencia es menos relevante o peligrosa que la mía?
Celos. Lo soy. A mí no se me nota lo celoso, no soy agresivo ni hago dramas, pero soy celoso, una parte de mí sigue creyendo que hay algo ahí que me pertenece, la otra parte sabe que no es cierto y se ríe del patetismo.
Culpabilizar. Otro de los términos confusos. Es como el chantaje, quizá. Si le hago pensar que ella es la culpable de que una cita salga mal y por esa razón cambia su forma de ser, y se disculpa, pues supongo que también uso esa estrategia, para ganar argumentos cuando me conviene.
Descalificar. Solo algunos argumentos, y a veces le parecen ataques, otro tema delicado.
Ridiculizar-ofender. No lo creo, no con ella. Ridiculizo la estupidez del lenguaje inclusivo, la parodia de la pseudo inclusión en la sociedad, a las feministas radicales, a los religiosos radicales, a los políticos radicales y mentirosos. Quizá soy radical por ridiculizar lo radical, ¿eso afecta una relación de pareja? Solo Dios sabe.
Humillar en público. No.
Intimidar-amenazar. No, ni antes ni después.
Controlar-prohibir. Eso ya entra en el segundo grupo de cosas peligrosas, pero desde el principio establecí el principio de la total libertad de decisiones y movimientos.
Destruir artículos personales. Ella sí quiere que yo destruya algunos míos, pero eso no va a pasar solo porque ella lo desee. Principios ante todo.
Manosear. Difícil pregunta. Tiene que ser consensuado. Quizá alguna vez y lo hice pasar por accidente.
Acariciar agresivamente. ¿Qué significa «agresivamente»? ¿Hay circunstancias específicas?
Golpear «jugando». Le quito las comillas. Y no.
Pellizcar-arañar. No.
Empujar-jalonear. Jamás.
Cachetear. Creo que nunca, ni como juego.
Patear. Tercer nivel, aquí es el inicio de la muerte súbita, o aparecer doce días después en un basurero cortada en pedacitos. No.
Encerrar-aislar. Por culpa de ellos es que nos tratan a todos como imbéciles. No.
Amenazar con objetos o armas. Solo a las moscas.
Amenazar de muerte. Ni muerto.
Forzar a una relación. ¿Acaso eso se puede? ¡Cómo nadie me lo dijo! Quien hizo la escala no especificó si se trata de forzar a una relación sexual (lo que sería una violación de hecho) o forzar a una relación sentimental (como proponer matrimonio en público para que la presión social ayude o cosas parecidas). Como sea, no.
Abusar sexualmente. No lo creo.
Violar, mutilar y asesinar. No, no y no, por suerte.

Por suerte. Por suerte no soy un asesino, por suerte no soy tan estúpido como para ver a una mujer como a una rata. Por suerte mi mano se contiene y no tiembla cuando mi sangre hierve. Por suerte no me he visto atrapado en situaciones que me lleven al límite. Creo que no lo haría, pero no quiero llegar a encontrarme con esa posibilidad, no quisiera esa prueba de la vida…

Seis veinticuatro. Ya casi acaba el día. Volví a la misma plaza, pero la feria solo duró el horario de oficina. Me siento en una banca como acostumbro a hacer de vez en cuando. Miro a la gente, todo está normal. Casi no importa un carajo que este fin de semana pueda añadirse uno o dos nombres más a la lista nacional de feminicidios, todo seguirá en su orden natural. Es viernes, hora de celebrar.

Bromas hirientes. Sigo preguntándome qué es ser hiriente. Dependiendo de la persona, hiriente puede ser una simple crítica sobre el cabello, o hiriente puede ser plantear situaciones imaginarias, hipotéticas, que sean insostenibles o inaguantables. Hiriente puede ser cualquier cosa, y una broma puede ser cualquier cosa. Desde ahí se puede asumir que hay violencia, que puede haber, desde todos los frentes. A mí me hirió cuando prefirió dedicar su buen humor y su sonrisa de alegría a sus fans antes que a mí, una estúpida foto puede ser el principio del dolor. Una palabra, una mirada, una forma de comunicar los «buenos días». No me estoy quejando, la libertad es así, libertad para hacer lo que uno quiere, sin importar mucho si lastima a otros o no, libertad mientras no sea ilegal. Si esos otros son lastimados por esa libertad en realidad no debería importar, y si lo hace es porque ya estamos siendo chantajeados o manipulados. «No hagas eso porque me duele», «haz esto, porque sino me vas a lastimar», «no quiero que hagas nada que no quieras, solo te aviso que en este momento me estoy sintiendo profunda e irreparablemente lastimado por culpa de lo que estás o no estás haciendo pero, de nuevo, no te obligo a nada». Y así muchas variantes que a veces se detectan y a veces no. A veces soportamos esa violencia, no «camuflada», sino inconsciente, espontánea, natural en las personas. Esa feria no hacía diferencia entre la violencia que ejercemos (que ejercemos los hombres, según la mayoría de ellas) de forma inconsciente, por nuestra condición de seres humanos que se dedican a sobrevivir y a conseguir lo que desean, y la violencia premeditada o explosiva, originada en nuestra educación como sociedad y en la mierda que podemos tener en la cabeza. Y ahora que releo esta última parte se me hace muy difícil determinar qué características definen a este o a este otro tipo de violencia, quizá solo intento excusarme de mis propios defectos. Soy reactivo, tengo resentimientos, celos, a veces tengo odio o amor, a veces disfruto el ser frío o vengativo, o manipulador. Digo (pienso) «tú también eres así, pero yo juego mejor» y con eso «me salvo». Si quien está frente a mí usa la violencia o la manipulación o lo que sea, y yo lo detecto, puedo usar lo mismo, dar la vuelta a la mesa y poner las fichas de mi lado. Puede que no sea tan lejano de la violencia, al menos de la violencia psicológica, después de todo, en dos de mis novelas sin publicar, una chica termina muerta, y un chico termina destrozado.

Voy a casa, debo terminar un dibujo para su cumpleaños…

Escrito por EM Rodríguez

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Sé bien que no le tienes que buscar un significado claro a un sueño que no tiene nada de claro, y que si lo haces podrías quizá alejarte de la delgada línea que divide las cosas, podrías caer de la cuerda floja en donde te balanceas. No lo hagas, no caigas de la cuerda.
Casi es lunes, otra vez…

Hoy tuve un sueño extraño, dividido en tres pedazos que más o menos logro recordar. Hoy es un decir, hace días que no puedo terminar esta publicación. «Hoy», espacio de tiempo indefinido. Hoy era viernes, hoy era jueves, martes, lunes… Los días pasaban y pasaban en soplidos y resoplidos, entre series, películas, videojuegos y dormir a cada rato, y se terminaban de disolver con esos espacios vacíos y monstruosos donde un pequeño ser no terminaba de dar un paso antes de chocarse con oleadas de pensamientos sin ninguna dirección. Hoy es sábado, pero bien podría ser el sábado de la semana pasada, no lo recuerdo con exactitud. Uso el hoy para fingir que el tiempo no es un monstruo. Finjamos que es hoy.

He tenido sueños bastante extraños estos días, la última semana. Pensé que quizá podían ser parte de los síntomas del problema general que me provoca este encierro. Despertaba y el sueño parecía haber sido real, así se sentía. No había un «por favor, EM, no hay una posibilidad de que eso haya pasado», era más bien algo parecido a «ya está, así son las cosas. De hecho, ni tienes que decirlo, porque así eran las cosas de forma natural, no es que algo hubiera cambiado para siempre luego de esta noche». Eso la primera noche, luego tuve más cosas extrañas que me tomaba minutos «des» confirmar en la mañana. Había un ser del cual dependía la Tierra, y se suponía que tenía que fallar, como pasa en las películas, y todos los habitantes de ese sueño sabíamos que iba a fallar contra ese otro ser casi todo poderoso. El mismo ser sabía que fallaría, y por eso no fallaba. Fallaba y no fallaba, ya sé que es confuso. Un día de fiebre me dormí a las cuatro de la tarde, sobre mi cama, cubierto con una frazada y un poquito más. Desperté a las seis. Como estaba encerrado en mi cuarto no podía ver hacia afuera, así que no sabía si eran las seis de la tarde o de la madrugada, y estaba perdido, echado en mi cama sin querer o poder levantarme, ni siquiera tenía idea de qué día podía ser, de si era verdad que estaba encerrado por culpa del súper resfriado de la Pandemia, o si era de madrugada y tenía que irme a trabajar, como pasaba en mi sueño. Alguna vez ya me había pasado eso, cuando no dormía bien y me aguantaba un día o más, y me dormía como un desamparado o un huérfano que sale de una guerra. Solo tenía la sensación de que había pasado mucho tiempo y que afuera no era lo que parecía.

Anoche, hoy, hoy en la noche antes del amanecer, soñé que estaba en un parque. Recorrí un bloque de edificios dentro del mismo, compré un helado relleno que no tenía relleno y que se sujetaba con pedazos de mondadientes metidos y amarrados adentro, luego tuve una experiencia extraña con un túnel y un tren y un sueño dentro de un sueño, luego vi a mi amiga, y comenzó a llover y nos refugiamos en el umbral de otro edificio cerca de los juegos, y así. No sé bien por qué cuento esto, creo que necesito contar algo, necesito establecer algo y que se quede establecido, fijo, en algún lugar o de alguna forma. Me siento como agua que se derrama sin un orden específico, sin consistencia ni perseverancia. Mónica intenta ayudarme con eso, claro que no se da cuenta, tiene su propio mundo de buenos deseos y superación en donde a veces no entran las causas existenciales, pero su propia fortaleza y propósito es una especie de inspiración para hacer algo nuevo, o para retomar esas cosas que había en el pasado, esas novelas en el refri, a medio hacer, guardadas para una época donde no confundiera oraciones con frases, o cuando supiera verdaderamente a donde llegaban las decisiones de los jóvenes… Su propio éxito es como un incentivo para concluir todo lo que hay escondido en esa carpeta de textos. Etc, etc, etc. Me falta aprender de ella, o detenerme a observar al mundo.

Cuando le conté la historia de mi sueño quiso molestarse conmigo, en un momento, por el tema de mi amiga, que en mi sueño era mi novia (celos). Cuando estaba escribiéndole mi sueño dudé sobre si mencionar ese detalle o dejarlo así, decir que solo era una amiga cualquiera o que era una desconocida que casualmente estaba en la misma escena onírica, o no contarle esa parte de la historia. Segundos, segundos me quedé varado entre escribir y no escribir, pensando que ella puede ser demasiado complicada cuando se lo propone, culpándome incluso de lo que hace o crea mi mente subconsciente. Me puse a pensar en lo que ella diría o podría decir, que «por algo» me había soñado con esa chica, que quería decirle algo y no me atrevía, o que no generaba confianza con actitudes así. Hasta calculé que podría lanzarme la carita de «todo está mal» y desconectarse hasta quién sabe cuándo. Casi fue como arrojarme al agua en forma de moneda y pedir un deseo, con los ojos cerrados, «si se enoja ni modo, a los 30 años no voy a censurar mi maldito sueño», pensé. Pero, ¿y la empatía? En sus sueños ella «respeta» nuestra relación, es leal aunque yo no esté ahí, ni físicamente, ni en ninguna otra forma de existencia, y se siente extraña y alterada cuando yo no soy el que la acompaña y le toma de la mano o lo que sea. Cuando me contó uno de sus sueños esa «lealtad» inconsciente me golpeó en seco, me dejó entender que de alguna forma estaba alterando sus sueños. En un sueño raro ella podría tener un novio diferente, un ex o cualquier otra persona que conozca o que le guste, y su mente se resistiría a creerlo, se despertaría al no encontrarle la lógica suficiente a las cosas que ve, y dejaría de descansar. Yo dormiría tranquilo, soñando lo que sea que sueño por las noches, pero ella no. Quizá se despertaría de golpe si sus sueños se hicieran «más extraños». Al principio me contaría, que otro chico estaba con ella, pero que se sentía incómoda con él, que «algo» le parecía raro, que sentía que algo no cuadraba, y luego dejaría de contarme esos eventos, tal vez con un poco de resentimiento hacia mí, por aparecer sin aparecer realmente, y por tener que esconder su sueño para no sentir que me traiciona con la mente.

Sé bien que no le tienes que buscar un significado claro a un sueño que no tiene nada de claro, y que si lo haces podrías quizá alejarte de la delgada línea que divide las cosas, podrías caer de la cuerda floja en donde te balanceas. No lo hagas, no caigas de la cuerda. ¿Te están mirando? ¡Por supuesto! Siempre hay espectadores en ese circo, que te ven con una atención especial. Público ávido de espectáculo. Quizá esperan a que te caigas, es posible, ya que toda tu vida has dicho que puedes volar como los dioses, que tu mente es infinita y está más allá de lo que ellos imaginan, con esa sonrisa baja y despectiva y demás. O quizá puede ser lo contrario, que esperan que termines de cruzar el hilo y puedas recibir los aplausos en la otra torre. ¿Por qué? Porque eres humano, y aún con esa imperfección puedes o podrías hacer algo que los maraville y los obligue a aplaudir, porque te aprecian aunque sea un poco y de todas formas están en el mismo circo. De todas formas no sabes si están ahí o no, los focos no te dejan ver la gradería, solo ves luz alumbrando hacia ti, como un cuadro del que brota la pintura amarilla enceguecedora. No lo sabes, puede que no haya nadie mirando y solo es tu imaginación. Como sea.

Hoy es domingo. Con eso se cumple una o dos semanas de estar aquí. Tres semanas, haciendo cuentas. Y sacas unos cuantos párrafos sin sentido, ¡sobre los sueños! NI siquiera contaste las verdaderas razones para hablar sobre los sueños. Ella no debe saberlo, y aunque no tenga mucho sentido, los sueños tienen impregnado un poco de realidad. ¿Por qué soñé con esa chica? Quizá la extraño, hace meses que no hablo con ella, y me entero primero que su papá está internado, y luego que su papá falleció, y no sé si ella está bien porque ya no hablo con ella, y me preocupa porque fumaba cigarrillos como una desquiciada, y esos pulmones estaban tan a la deriva que tosía todo el tiempo, y tenía la voz ronca al hablar sobre la Luna, sobre política o sobre aves encima de un árbol. ¡Por eso pensaba en ella seguramente! Porque vi su perfil veinte veces esperando una buena noticia que nunca llegó, o porque sueñas con personas que conoces al azar y no debería tener ningún significado, solo soñaste con ella o con él, el significado lo das después, cuando te despiertas y comienzas con las malditas cosas lógicas.

Es domingo, y ayer era sábado, y pasó sin que me diera cuenta, como si hubiera sido un vegetal dentro de mi habitación. Eran las seis AM, luego las nueve, luego las doce, luego las cinco, luego medianoche, y desperté a las tres, y dormí y desperté a las cinco, y supe que el sábado había pasado, y que ni siquiera había podido terminar un párrafo de algo. El viajero Interdimensional sigue ahí, ebrio y somnoliento en ese bar desconocido y vacío, el ser extraño sigue delante de él, hablándole quién sabe qué, un lenguaje extraño, palabras extrañas y difíciles de entender, solo que el mundo se va a acabar. ¡El Mundo Se Va A Acabar! Solo le quedan unas pocas horas, ese es el pequeño detalle. ¿Y qué se puede hacer en unas pocas horas? ¿Qué se hace? ¿Qué haces cuando sabes que el mundo se va a acabar en unas horas y no puedes evitarlo? ¿Qué haces si estás en tu habitación sin querer, ni poder, salir? En la historia el viajero estaba en el bar, eso es a escasos metros de su pequeña habitación que tiene el sello del Mago en la puerta. ¿Nunca se preguntó por qué estaba ese sello ahí? Por años lo vio, cada vez que entraba a su casa, y como está encerrado como una rata en un laberinto, sin puertas que se abren y sin incentivos de comida, ¿Qué puede hacer más que observar hasta el cansancio cada pedacito de rincón de su jaula? Cada edificio o casa que está entre esos muros, interactuar con cada uno de esos seres hasta que todos desaparecieran (podría quizá preguntarse dónde fueron esos seres, si fuera listo), cada bloque de ladrillos impenetrables e indestructibles. Debió haber puesto atención al sello, era el origen de todo. Observar es lo que haces cuando estás encerrado, te cansas de observar cada detalle, de repasar cada silencio, cada recuerdo, cada movimiento. Yo estoy encerrado y lo sé, observo cómo se acumulan los cubrebocas en mi librero, cómo están por todas partes los blísteres de las aspirinetas, de los ibuprofenos, de los paracetamoles, el sobre de mayonesa sobre mi escritorio, las botellas, los vasos, hasta observo cómo se llega a ese momento en que me acuesto en mi cama, me tapo con una frazada y espero que algo pase. Quisiera decir que es un síntoma de esta época, o de este encierro, pero así era más antes, lo que sea que me pase me está pasando hace mucho tiempo. Y además, es como si el tiempo hubiera adquirido una nueva velocidad, más rápido, ya no es solo una palabrería filosófica que usaba cuando iba a beber, ahora siento muy real cómo el tiempo se mueve tan rápido que se desvanece ante mis ojos.

Casi es lunes, otra vez…